lunes, 15 de noviembre de 2010

Capítulo XVI

Empezamos el año 2009 hablando del negocio de la muerte en el fútbol, a principios del año 2008 en calidad de presidente de un club afiliado a una liga del interior manifesté que era urgente la renuncia de Castrilli, parar el fútbol por dos meses, y como decía el periodista Pablo Alabarces quien iba aún más lejos, solicitando la intervención de la AFA, cosa que como presidente de un club afiliado mi parte no podría ni siquiera solicitarlo so pena de que desafiliaran a la entidad que presido. Todo esto debería ser solo el comienzo, pero si no ocurre ya significaba que nadie  quiere modificar nada, y que nos sentemos en la puerta de la sede cómodamente a esperar la próxima muerte.
A mediados de marzo del año pasado murió Silvia Belbruno en la provincia de Salta, de sólo 17 años de edad, también la muerte de Manuel Álvarez en Flores el sábado 15 del mismo mes. Siguieron las muertes productos del fútbol, el 12 de octubre murió Adrián Brito de tan solo 14 años, en la provincia de Tucumán; y luego de agonizar 22 días falleció Rodrigo Silvera de 27 años, supuestamente a manos de la Butteler como se denomina a la barra de San Lorenzo de Almagro. Ese mismo día acuchillado en Santa Fe, Daniel López de 21 años simpatizante de Colón. Cinco en el año.
La muerte de Álvarez desencadenó un pequeño escándalo; mientras que la de la adolescente Silvia Belbruno pasó inadvertida, porque era salteña, porque parecía un accidente, producto de que uno de sus acompañantes en el camino al estadio salteño llevaba un arma. La muerte en Flores de Álvarez era más ríspida, ya que se trataba de la indignación por otra muerte gratuita de otro inocente dolorosamente evitable.
Solo tiempo después comprendí que lo irritante de la muerte de Emmanuel era simplemente que había obligado a suspender un partido, causando problemas de cronogramas, de programaciones, de transmisiones televisivas, los famosos asteriscos en las tablas de posiciones. Tamaño problema para el stablishmen. Todo por un espectáculo indetenible (TV) que no puede dejar de facturar aún sobre los cadáveres ajenos. Todas estas muertes pasaron casi inadvertidas. Recordemos que la muerte de Brito en Tucumán fue por un disparo luego de enfrentamientos entre las hinchadas de Atlético y San Martín, descubierta por La Gaceta de Tucumán.
Luego llegó el sucesor de Javier Castrilli, Pablo Paladín, donde se ve con asombro que en la página web de su subsecretaría tiene tanta información como las medidas que ha tomado y desarrollado su responsable: NINGUNA.
El antropólogo que más sabe sobre estos temas en la Argentina, José Garriaga Bucal, sostiene que todo seguirá igual hasta que no vuelva  a morir un hincha de River o de Boca, suceso que causaría un poco más de ruido. La próxima disputa renovada por el liderazgo de “La 12” permitirá confirmar la validez de su hipótesis. Entre tanto, tres muertes ignotas y anónimas, todas ellas tan absurdas y evitables como las de Emmanuel y Silvia, se ha sucedido sin que siquiera se hubiera producido un pequeño escandalito mediático. Es que definitivamente, este tema no le importa a nadie, fuera de los deudos. Es una muestra más de la hipocresía descomunal que nos atraviesa. Cuando asesinaron a Marcelo Cejas en 2007, Nelson Castro prometió en su programa, en vivo, que no iba a dejar caer el tema. Lo mismo ocurrió tras la muerte de Emmanuel, cuando decenas de programas de radio y televisión proclamaron, por centésima vez, que iba a ser la última. Posiblemente quisieron decir que era la última vez que le iban a dar importancia al tema.
La idea más brillante que se le cayó a Castrilli en cinco años fue el eslogan “con la violencia perdemos todos”. Su sucesor lo ha desactivado, evidentemente consciente de que con la violencia en el fútbol sólo se pierden algunas vidas, vidas infames, irrelevantes, ínfimas. Es saludable, sin duda, que lo haya asumido: la violencia es un negocio excelente para la policía, para las agencias de seguridad privadas y para la televisión –que pudo así transmitir todos los partidos-, para comenzar a contar. Creo que también lo es para unos cuantos dirigentes y para unos cuantos de los “pibes”, poseedores de ese capital llamado “aguante” que tan bien cotiza en el mercado. Y prefiero no seguir, para no meterme en un embrollo judicial.
Las complicidades siguen a la vista, las responsabilidades también. Y nadie ha refutado las interpretaciones que desde esta página venimos sosteniendo y escribiendo, las que hablan de la violencia como norma y no como excepción, como un “fenómeno autónomo, con reglas y lógicas propias, todo un sistema moral de normas y legalidades y consecuencias que deben entenderse en sí mismas”. Lo único novedoso que ha ocurrido es, simplemente, que los hinchas y los periodistas y los dirigentes deportivos y los políticos argentinos han asumido, finalmente, que mientras no perjudique la programación y la marcha triunfal de Boca o Atlético Ledesma al campeonato, la violencia y la muerte les importan un bledo.
EN EL 2009 LA MUERTE Y EL FUTBOL SEGUIRA DE LA MANO CON LA COMPLICIDAD DE LOS POLITICOS, DE LOS MEDIOS ADLÁTERES, DE LOS DIRIGENTES SIENDO LA UNICA VICTIMA EL HINCHA ESPECTADOR.
 
3 de Enero de 2009

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